martes, 13 de diciembre de 2011

Tener ojos no significa poder ver.

¿Qué le pasaría a un hombre que cruza un paso de cebra en un día de intenso tráfico con una venda en los ojos?

Llamaré a ese paso de cebra vida, y a esos coches verdad.

¿Qué le pasaría a un hombre que cruza un paso de cebra en un día de intenso tráfico con una venda en los ojos?

La respuesta es terriblemente distinta. Y terriblemente injusta en ambos casos.

Cuando en este mundo una simple venda de ignorancia autoimpuesta deje de convertir en invisible la verdad que intenta llegar hasta las personas, en ese momento, empezaré a buscar el sentido a las acciones de aquellos que me rodean.

Hasta entonces tengo un misterio más importante que resolver; ¿a qué huelen las palabras?

5 comentarios:

  1. Sin duda un agradable desafío. ¿A qué huelen las palabras? ¿Acaso las palabras huelen?

    ResponderEliminar
  2. ¿Podemos contestar a esa pregunta del final o también es retórica? D:
    Da igual, seguiré contestando porque no puedo callarme.
    Las palabras huelen al aliento del que las pronuncia, al libro que las contiene, a la pantalla tras la que se leen.
    Traduciendo la metáfora, hay palabras que varían su olor dependiendo de quien las pronuncia: pueden ser dulces, amargas, reales, metafóricas, tristes, llenas de esperanza, suicidas, pesimistas...
    Pero las palabras con las que te expresas son las que mejor huelen: huelen a opinión. Y si huelen a opinión propia, aún mejor.

    ResponderEliminar