miércoles, 29 de agosto de 2018

Volviendo de entre los muertos.

Bueno, aquí estamos otra vez.
Han pasado años desde mi última entrada, y sinceramente ni siquiera recordaba este blog.
Madre mía, qué vergüenza ajena, qué pedante que era. Así que si es la primera vez que pasáis por aquí, no juzguéis a la joven y pretenciosa escritora, aún le quedaban -y le quedan, que la vida es un no parar- muchas hostias por darse.
No voy a hacer recuento de todo lo que ha pasado desde mi última entrada. Baste decir, en general, que no fui tan siquiera a Irlanda, fui a Londres, que tengo el título de educadora y que mi poderoso teen angst ha seguido conmigo. Resulta que era depresión, entre muchas otras palabras más que no le interesan a nadie.

Oh joder, ¿estaré siendo pedante otra vez?

Mira, que le den. Yo escribo y si luego queréis pincharme por ello, tenéis permiso.

A día de hoy, en plena crisis de los veinticinco, releo mis posts y me río, pero también me conmuevo. No sé si ahora sería capaz de plasmar mis sentimientos aquí como lo hacía de niña. Pero eso no va a impedir que lo intente.

Quién me iba a decir a mi cuando empecé este blog que años después seguiría viva sería un intento malogrado de adulta viviendo lejos de la trampa mortal que una vez llamaba casa. Que tendría parejas. Que soy lesbiana. Ha sido todo un viaje, en realidad, una especie de montaña rusa de la que ahora, por fin, encuentro momentos para bajarme y respirar un poco.

No estoy en mi mejor momento, pero no estoy ni de lejos en el peor, así que los progresos han sido grandes. Sigo obsesionada con cualquier cosa de miedo o que brille en la oscuridad, y aunque ahora lleve estética soft-butch, sigo siendo emo de corazón. Mi amor por los animales ha acabado con Octavio, mi gato, sentado a mi lado en el sofá y Rocky -referencia a The Rocky Horror Picture Show que nadie pilla porque la gente tiende a ser, ya sabéis, normal y eso-, mi perro, tumbado literalmente encima de mis pies.
En cierto momento cedí, vi Star Wars, y ahora hay mil cosas relacionadas por casa porque me enamoré. Menciono esto porque es una parte relevante de mi vida. No sé, lo pongo hasta en el perfil de Tinder.

¿Cómo me siento? Bien. Feliz, creo. Sentirse feliz es más subjetivo de lo que parece.
¿Cómo estoy? Buena. Estable. Y eso es algo por lo que he luchado mucho y de lo que me enorgullezco.

Y ahora, el verdadero motivo por el que escribo este post.

M, Muesli... ¿quién eres? ¿Qué haces entrando a un blog que lleva inactivo años?

La duda no me va a dejar dormir esta noche, veréis.



Siento la falta de contenido interesante o emocionalmente profundo, sólo es un post para tantear las aguas antes de lanzarme a ellas.