jueves, 30 de octubre de 2014

Pereza 101.

Me gusta escribir, mucho.
Me gusta cocinar, aún más que escribir.
Me apasiona ver series.

Entonces, ¿por qué me cuesta tanto hacerlo?

Pues porque soy una vaga, básicamente.

Hay días en los que ya desde que te despiertas sabes que tus niveles de procrastinación están al máximo. Para mi suelen empezar con apagar la alarma que suena y encender la alarma de emergencia. Esa alarma especial preparada para sonar cinco minutos antes del momento en el que tienes que estar saliendo de casa. Como dejo la ropa y el bolso preparados la noche anterior, puedo permitirme ducharme en dos minutos y vestirme en medio. Pero olvidémonos de desayunar o hacer la cama. De peinarme no me olvido, porque en ningún momento formó parte del plan.

Llegas a la parada de autobús y piensas "uf, ¿y si me vuelvo a casa?", porque estás vaga, lo sientes en tu interior, te controla. Pero esa pereza es demasiado intensa como para hacer el esfuerzo de volver hasta la cama, así que te dejas llevar.

Sí, exacto. Tal y como suena. Hay mañanas en las que me siento demasiado vaga como para hacer el vago, porque supondría un esfuerzo extra.

Hay otros días que empiezan bien. De hecho, empiezan de maravilla. Vas a clase, tomas apuntes, y te recreas en la idea de ser productiva al llegar a casa. Poner la lavadora mientras se calienta el agua para hacer tallarines con salsa de queso, poner el lavavajillas después de comer y aprovechar la hora de la siesta para barrer y tender la ropa, y una vez acabado todo, estudiarte entero el tema más difícil de tu asignatura más odiada. Estás emocionadísima, impaciente por llegar a casa y ser la reina presidenta-elegida-democráticamente de la productividad que siempre llevaste en tu interior.

Te subes al bus. Entras al portal. Te desplomas dramáticamente contra el cristal del ascensor. Abres la puerta de casa. Saludas a tu gata.

Cuando quieres darte cuenta son las ocho de la tarde, has comido ramen, está todo sin limpiar, los apuntes están muertos de risa en la mochila y has visto el mismo gif ocho veces en Tumblr.

¿Sabéis de quién no es la culpa? Mía.
La culpa es de mi mente, que es una blandurria. Le pongo ojitos, le digo seductoramente "podría hacer esto ahora, sí, pero... nos sobra tiempo. Podríamos dejarlo para mañana, y disfrutar de un poco de relax hoy". Y ella no es capaz de decir que no. Pero eso sí, se encargará de vengarse pasivo-agresivamente con un ataque de ansiedad a las cinco de la mañana causado por todo lo que no has hecho y deberías hacer, con un margen de entre cuatro y siete años.

Tengo tantos planes en mente, tantos proyectos, que ser así de vaga resulta frustrante.
Lo más frustrante de todo es que me consuelo a mi misma asegurándome una y otra vez "bueno, ahora eres desastrosa, pero el mes que viene empezarás con todo".
No. Hay algo más frustrante aún.
Que funciona.