domingo, 14 de diciembre de 2014

14/12/14

Desde hace unas semanas, tengo la sensación  de que estoy enterrada hasta el cuello en la orilla del mar. Todo es precioso hasta que sube a marea y sólo puedo sentir cómo me ahogo.

Pero basta de metáforas. Siempre hablo de esto con metáforas, y por una vez quiero soltarlo todo sin decorarlo antes. Sin hacerlo bonito de leer. ¿Por qué iba a ser bonito leerlo cuando es tan duro vivirlo?

Cada noche me meto a la cama y me duermo con la esperanza de que el día siguiente sea un buen día. Pero llevo meses sin tener dos días buenos seguidos. Tengo ratos buenos, gracias a las personas maravillosas que no me han dado la espalda a pesar de la dificultad añadida que supone mi amistad, pero el conjunto de mis días es devastador.

En mi vida he escrito más cartas de suicidio que de amor,
y creedme cuando os digo que soy extremadamente romántica.

Echo de menos vivir. Es como un maldito gifset en blanco y negro en el que se repiten imágenes de mi comiendo y durmiendo. Eso es mi vida.

Cada día es más decepcionante que el anterior.