lunes, 12 de diciembre de 2011

Ring, ring.

Allí estaba yo, intentando plasmar por palabras una escena en la que él por fin se atreve a llamarla, ella por fin reúne el valor necesario para contestar, cuando pensé… ¡Catástrofe! ¿Cómo se me ocurre a mi usar la onomatopeya "ring ring" para representar el teléfono que suena? ¿¡Cómo!? Sacudí mi cabeza indignada conmigo misma. ¿En qué momento me había quedado dormida durante el camino del progreso tecnológico y lingüístico? ¿Sería mi culpa, por no haberme sumado al cambio? Ese personaje de ficción femenino debía estar odiándome con cada letra que forma su existencia. Yo no quería hacer de ella un personaje medieval, pero le había condenado con ese tono de llamada. Cerré los ojos llena de pesadumbre y me aparté el flequillo de la cara con un lento movimiento de mano. Y allí estaba yo cuando ocurrió. Mi blackberry empezó a vibrar. Y cual huella dactilar en las gafas de un cadáver un ring ring chirriante y malévolo me dejó claro qué tipo de persona soy. 



Apagué el aparato con un golpe seco a todos sus botones. Suspiré profundamente antes de sonreír con malicia. 
Siempre podré decir que es un redescubrimiento del sonido antigüo. Siempre podré hacerme pasar por una modernilla más. 




Enviado desde mi dispositivo BlackBerry®.
Enviado desde mi ordenador de sobremesa con Windows XP.

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