viernes, 7 de octubre de 2011

La chica del gorro azul. Capítulo uno.

Cuando andas por la calle, miras al suelo. Tu mirada se pierde, y tus pies se mueven por instinto. No te fijas en nada de lo que hay a tu alrededor. Espera. Sí lo haces. Miras los escaparates, con sus luces y sus colores. Miras a la gente con la que te cruzas, imaginas por un segundo sus vidas, pero continúas con la tuya. Y a veces, solo a veces, la ves a ella.

¿Te has cruzado alguna vez con ella? Esa chica que mueve un pie con impaciencia en el paso de cebra esperando que el color rojo torne a verde, fácilmente diferenciable por las manos en los bolsillos, los auriculares en los oídos y la mirada perdida. A veces le sonríe a la nada, perdida en sus propias fantasías. Otras veces mueve la cabeza rítmicamente, susurrando palabras que llegan a sus oídos a través de su iPod. La mayor parte del tiempo, no resulta nadie especial. Pero a veces, solo a veces, te mira a los ojos. Esos pueden ser los dos segundos más angustiosos que vivas jamás, aunque nunca quieras llegar a aceptarlo. Su mirada perfora todas tus barreras hasta llegar a lo más profundo de ti y destapa la verdad más cierta y más oculta de tu alma; no estás viviendo, solo sobreviviendo. El día a día es un mecanismo de defensa contra la aterradora amenaza que representa la muerte. No hay nada que te haga vivir, salvo el miedo que te produce dejar de hacerlo. Tu vida es la más continua y gris monotonía, y no vas a hacer nada por cambiarlo. Eres feliz con tu infelicidad. Entonces, ella aparta su mirada, y sonríe quedamente mientras un escalofrío sacude cada milímetro de tu cuerpo. Sabe lo que ha visto en ti. Es consciente de que tú lo olvidarás. Pero se siente satisfecha al saber que su teoría se ve confirmada una vez más. Durante los breves segundos en los que esa idea que una mirada ha despertado en tu mente, tendrás miedo. Pensarás que es una locura, que deberías ir al médico. Que eso no es normal, que es algo… único. Horriblemente único. Pero esa chica, mientras prosigue su camino reirá amargamente para si misma, porque le has ayudado a dar un paso más para confirmar su teoría. Ese miedo hacia la muerte y esa apatía hacia la vida son el motor del mundo. Y nada ni nadie puede impedirlo. Esa chica piensa, mientras camina, que el momento en el que decidió dejarse llevar por ese motor, vendió su alma al diablo. Pero ya nada importa, tiene su música, sus amigos, sus clases y su futuro. Aunque por ahora se conforma con su insípido presente.

¿Te has cruzado alguna vez con ella? Si lo has hecho, quizás hayas notado algo diferente. Un brillo extraño en su mirada. Ese brillo es la única e irrefutable prueba de que dentro de ella están naciendo planes. ¿Por qué conformarse con una vida sin sabor, con la mera supervivencia? Ella quiere sentir, quiere exprimir al máximo cada minuto del que dispone.


Y ahora bien, ¿Realmente te has cruzado alguna vez con esa chica? Esa chica se llama… Esa chica tiene un nombre. Y un apellido. Pero la llamaré H.B. Quizás quiera preservar su identidad, ¿No crees?




Yo creo que sí.


¿Qué por qué lo sé? Porque esa chica soy yo, y este cuento, sueño y pesadilla, es mi vida.

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