viernes, 24 de febrero de 2012

Incluso un final abierto es un final.

Todo lo que empieza, acaba.

El final existe, siempre está ahí, esperando su turno, preparado para arrasar con todo lo que en algún momento estuvo ahí.
Incluso la noche más larga, llena de dolor y miedo acaba.
¿Ese cumpleaños que llevas trescientos sesenta y cuatro días esperando? A las doce en punto ya es algo pasado.
Un amor que dura toda la vida llega a su fin el día de la muerte de quienes se amaban.

¿Y qué pasa cuando algo acaba? Que jamás volverá.
Da igual cuánto lo desees, da igual que intentes recrearlo.
Puedes creer que releyendo tu libro favorito jamás acabará. Mentira.
Ese libro terminó para ti la primera vez que lo cerraste, después de haber terminado el viaje en el que te embarcaron sus páginas.
Lo mismo pasa con las relaciones. Cuando acaban -cuando lo hacen de verdad-, no hay vuelta atrás. Alguien me dijo una vez que cuando te enamoras por segunda vez de alguien no te enamoras de la persona, sino de los recuerdos. Con la amistad es algo parecido.


Se podría decir que el final de las cosas es como la muerte; inevitable.
Pero estaríamos equivocados.

Hay algo especial en los finales. Igual que un fuego destructor siempre dejará cenizas, algo que llega a su final llena nuestra mente de esa magia llamada recuerdos.

Los recuerdos pueden ser algo maravilloso o algo devastador, todo depende que cómo haya sido el fuego del que provienen. Pero están ahí.

Para mi, los recuerdos son algo muy poderoso, algo que atesoro en rincones de mi mente, bajo tres candados y dos cadenas. Los recuerdos, ya sean malos o buenos, alegres o dolorosos, me fascinan. Probablemente sea porque me permiten revivir de segunda mano cosas que jamás pasarán de nuevo. Uso los recuerdos como sentimientos de segunda mano, refugiándome en ellos cuando necesito escapar del mundo real. Siendo absolutamente sincera, los recuerdos, junto con mi capacidad de soñar despierta, son la droga que me ha ayudado a seguir adelante en los momentos más oscuros.

Pero...
¿Sabéis la diferencia entre soñar despierta y recordar?
Que los recuerdos no dejan que olvide que si puedo refugiarme en ellos es porque mil veces he sido capaz de enfrentarme al mundo real, creándolos.
Así que si pude en el pasado, podré en el futuro.

2 comentarios:

  1. Y sin embargo los recuerdos, como las cenizas, acaban volando. Pierden nitidez con el tiempo, y acaban convirtiéndose en vagas memorias. Excepto aquellos recuerdos especiales, los más importantes y significativos, que son los que nunca debes dejar salir de ese fascinante lugar de tu mente en el que los tienes encerrados bajo tres candados y dos cadenas.

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  2. Pienso que no hay fin, nada se acaba, todo se transforma en otra cosa. Sobre todo el amor. Pase lo que pase el amor es fuerza creadora, es imposible que muera. Sin embargo estoy de acuerdo contigo sobre el poder de los recuerdos. Almacenamos lo que nos será importante... porque al fin y al cabo no somos tan descuidados como parece.

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