jueves, 1 de marzo de 2012

Pozos.

Caía. No sabía de dónde, ni tampoco a dónde, pero caía. Podía sentir la velocidad de mi descenso pese a estar completamente cegada por la total oscuridad. No podía moverme, no podía gritar, solo podía dejar que la gravedad me atrajese hacia el final del abismo.
El choque contra el agua fue brutalmente doloroso, pero por un segundo tuve esperanzas. Mientras el golpe cortaba mi respiración pensé que quizás ahí acababa todo, que la caída se había detenido.
Qué equivocada estaba.
El impulso que me había hecho llegar hasta ahí hizo que me sumergiese más y más. El agua estaba helada, y contrastaba dolorosamente con el fuego que me quemaba por dentro. Aún así, no lo apagaba.
El líquido entraba por mi boca cada vez que intentaba respirar, inundaba mis pulmones. Cada vez que sabía por mi nariz, sentía un aguijonazo de dolor salado en mi cerebro.
Deseé perder la conciencia y dejarme llevar, pero no ocurrió.
Solo seguí hundiéndome.
Pasaron meses, años, o quizá tan solo minutos, pero por fin toqué el fondo.
Me quedé ahí, flotando, tiritando de frío, de terror, de soledad o quizás de dolor, hasta que me di cuenta de algo. Aquello no iba a acabar nunca si me quedaba ahí quieta.
Después de pasar un rato auto-convenciéndome, decidí impulsarme y salir a la superficie.
Pero descubrí que no sabía nadar.
Me desesperé, dejé el tiempo pasar entre frustración y odio hacia mi misma y hacia aquel lugar en el que me habían confinado.
En pequeño destello de optimismo decidí aprender a nadar y así salir de aquel agujero.

Pero solo sabré si lo logré cuando tenga suficiente valor como para abrir los ojos.

4 comentarios:

  1. Me encanta, me encanta ese puntito de intriga que dejas al final... Es lo que te termina de sacar la sonrisa =)

    ResponderEliminar
  2. ¡Me ha gustado! Luego leeré más, que ahora tengo que hacer cosas.
    Creo que hay dos puntos álgidos: el final, por supuesto, y la metáfora del dolor salado. : )

    ResponderEliminar
  3. ¿Has pensado en dedicarte a la escritura?

    ResponderEliminar
  4. Me has dejado al borde de las lágrimas. Por bueno, cosas que tú y yo sabemos.
    Me gusta la actitud optimista.

    ResponderEliminar